miércoles, octubre 14, 2009

De los blogs, foros y similares de la web

Es pasmosa la cantidad de “flameo” (nombre que le dieron “los que saben de eso” a los mensajes ofensivos, groseros, vergonzosos e insultantes) que abunda en la web. Parece ser que los calificativos que usan los investigadores (sicólogos, psiquiatras, médicos, lingüistas, entre otros), se quedan cortos y las explicaciones ofrecidas más parecen justificaciones para tan bárbaros procederes.

Según los estudiosos hay elementos que estimulan estos asociales comportamientos, permitiendo a estos personajes extenderse y extender tales bajezas, predican:

1) El anonimato: los individuos parten del supuesto de que sus acciones en la red son ajenas a su identidad, de donde su “estilo virtual” puede permitirse libertades que en su persona y en la realidad le son negadas.

2) Asincronismo: la retroalimentación de las comunicaciones en lo virtual muchas veces no se presenta en tiempo real, de donde se carece de percepciones de tiempo, modo y lugar presentes en la vida real.

3) Ausencia o falta de autoridad: no se tienen presentes figuras que representen el orden, que infundan temor a tener comportamientos sancionables; apenas si se cuenta con mecanismos de moderación de comentarios y contenido en los foros, sitios, blogs.

4) Invisibilidad: ante la ausencia de otro ser “real” con el cual interactuar, lo que su vez cercena la posibilidad de apreciar sus emociones y sensibilidades, se da una despreocupación por sus sentimientos y apreciaciones.

En otras palabras, los conocedores nos condenan a permanecer rodeados de cafres y truhanes, que nos irán ahogando con sus chorradas. Ante divulgaciones científicas de este talante, tan sesudas, tan enriquecidas por lo científico e investigativo, queda uno frio, pasmado, expectante, con la indulgencia propia de quien no entiende a qué diantres viene el cuento, con la inocencia a flor de piel que le hace aguardar taciturno el que llegue a sus toscos oídos la ansiada expresión “vea mijo, en otras palabras…”

Porque es que, no hay que reburujar mucho entre anaqueles tan abundantes en sapiencia, sino que, simple y llanamente, sin tanta floritura, sin que medien largas horas de investigaciones complejas y costosas, concluir que la majadería, el anarquismo, la intolerancia, memes, sandez, necedad, grosería, impertinencia, lo soez, chabacano, vil, grosero, insultante, ordinario, bajo, ofensivo, pendenciero… y no sé cuántos otros calificativos sean propios para describir ese cruento e irrefrenable esperpento sean los apropiados.

Así que, aceptemos como de una validez meramente académica esa paliativa explicación que nos ofrecen los científicos, misma que, sin embargo, no es válida por lo indulgente que resulta para los trogloditas, hoscos, insociables e intratables a quienes se refiere, pues los consiente demasiado, los trata casi como a seres para quienes hay que prodigar un trato digno, mismo que ellos no guardan para el resto de sus congéneres usando un lenguaje civilizado, o cuando menos, responsable.

EL DESEO POR LO YA PERDIDO


Bastante rancio e inmanejable se vuelve el deseo de conservar lo que se ha perdido. tal es el caso de lo que despierta ese aire de pequeño y coloquial pueblecito que tuvo Medellín hasta hace no muchos años. Y es que da grima ver como se ha desvanecido la inocencia que rondaba en nuestras calles, como se ha vuelto cosa ajena e impropia esa devoción por la camándula y el apego por las verdades berreadas desde un púlpito, esa veneración por hacer obras de caridad, dar muestras de humildad (así fuera fingida), abnegación y amor cristiano por el prójimo. A cambio hoy tenemos los cementerios a reventar por los cadáveres que diariamente acumulamos en conteo desenfrenado, fruto de la intolerancia y las guerras prestadas, compradas, arrendadas o simplemente buscadas, guerras gracias a las cuales se llenan cada vez más los bolsillos de unos cuantos que sólo se dedican a gozar sus infestos réditos, mientras otras son las madres que lloran los hijos enterrados, otras las esposas que deberán cambiar el calor de un hogar por largas horas de agotadoras jornadas de trabajo para mantener unos hijos que crecerán en la soledad y el abandono para ser mañana quienes nutrirán las tropas de esos ejércitos sin nombre que día a día alimentan y acrecientan la incesante guerra…


De ese Medellín galante y ensoñador con lindas gentes como moradores ya sólo quedan unas pocas fotografías que nos permiten trazar una semblanza complicada de algo que ya ni siquiera vemos posible… dejemos para el registro una de esas fotografías:



Ya de esa tranquilidad pueblerina que se percibe en pleno atrio de la emblemática iglesia de San José poco puede apreciarse hoy parándose a las 12 del día en la conocida esquina de la avenida Oriental con Ayacucho. Ya nada queda de esa bella plaza consumida por las vías vehiculares, ya ni rastro de los arboles que engalanaron la entrada dando sombra a los espectadores desprevenidos de las efemérides acontecidas en la iglesia, hoy ni muestras de esos vecinos rezanderos que seguramente chismorrearon en torno a los novios y sus acompañantes. Hoy nos queda en el olvido aquello que no sabemos perdido, porque ni siquiera conscientes somos de que en algún momento lo tuvimos, pues, para muchos de nosotros esto nunca existió.