miércoles, marzo 23, 2011

OTRO MÁS (i)

¡Ansiedad!... ¡Ansiedad!: ¡ANSIEDAD!
Caminar apresuradamente por una vía que le conduce a  ningún sitio, resequedad en los labios. Las manos inquietas, incontrolables: en los bolsillos un instante, cruzadas, sobre la cintura, libres, pasan sobre la cabeza.
Mirada fija en ningún sitio en especial saltona (bulliciosa). Pensamientos: a intervalos. Se pierde entre sus ideas, no sostiene un pensamiento lógicamente, pasa de una idea a otra sin conexión.
Transcurren unos momentos y todo pasa; ahora, solo siente algo: depresión, depresión absoluta. Se sienta cansado, se relaja, se duerme: y comienza su vida.
Ahora se ve sereno, nada hay que pueda interrumpir su tranquilidad. Todo es claro, toda esta definido, nada queda al azar.
Su cuerpo tiene una gracia sin par: esbelto fornido, definido en detalle; su rostro es de trazos recios pero dulces: infunde respeto y admiración. La palabra que le define: seguridad.
Su vida transcurre en medio de triunfos. Ahora mismo, se ve paseando por un inmenso y bello jardín, lleva un interesante libro bajo su brazo izquierdo, camina hasta la sombra que brinda el grande árbol del jardín y se sienta recostándose en el tronco,  dispuesto a emprender la lectura.
Lleva ya unos cuantos capítulos leídos, cuando sintiéndose observado, levanta la mirada y ve como una bella mujer avanza hacia donde él se encuentra, mirándolo a todo momento.
Ella, ahora que puede verla mejor, es bellísima: su pequeño talle tan frágil, contrasta con el brillo de sus ojos inteligentes, juguetones, intrépidos, temibles. No resiste su mirada, la huye. Cierra el libro, se levanta y sale a su encuentro.
Esta ya frente a ella, muy cerca, no puede hablar, sus ojos le dan miedo, ella sonríe enigmáticamente. Se siente cada vez más inseguro, ¿Cómo puede ella dominarse si ni siquiera le ha derrotado en el campo del debate? Es más, nunca han hablado, no conoce el tono, ni el timbre de su voz. Su sonrisa, sus ojos, le hacen sentirse torpe.
Ahora pasean juntos, ya el arrojó el interesante libro a un sitio cualquiera, si lo tenía en las manos no podía concentrarse en ella. Ella en ningún momento dejaba de sonreír y mirarlo.
Él a todo instante, como un completo idiota, le sigue; no sabe a dónde se dirigen, no sabe de dónde salió ella, no sabe por qué la sigue. Pasan horas, días, meses, años, ella caminando, el siguiéndole. Esta desconcertado, ¿A dónde se dirigen?, ¿Por qué ella no le habla?, ¿se burla de él?, ¿le mira con odio?, éstas y más, son las dudas que han entrado a perturbar su espíritu.
Ya no resiste mas, ella le ha colmado la paciencia. La toma por el brazo, haciéndole detener su constante caminar, le habla, le plantea todos sus interrogantes, ella le mira y sonríe como antes, como siempre. Él la sacude fuertemente, repitiéndole las preguntas, ella continua mirándole y sonriendo. Él la suelta y corre, corre con miedo; ella le sigue, y continúa mirándole y sonriendo. Angustiado, cada momento mira hacia atrás, y ve como ella le sigue, mirándole y sonriendo. Parecería que, incluso, ahora, cuando ella le sigue, lo mira más penetrantemente y sonríe más enigmáticamente.
El huye, presa de una ansiedad sin límites, impotente. Transcurre el tiempo, ya no piensa; ella le mira y sonríe. El huye, acobardado, ansioso.
Ante su incapacidad para deshacerse de esa carga, sólo el tiempo, imparable en su transcurrir, actúa. Ya todo ha pasado, solo queda ese sentimiento de su sabor y color indefinido: depresión…
Despierta, y aun con la pesadez del sueño, pasea su mirada alrededor y allí entre la bruma la descubre, es ella, es otra pero la misma, y esta mirándole y sonriendo…

Dentro de tus ojos

Rápido se agotan los instantes cuando estamos juntos.

La ceguera pertinaz avanza sobre el mundo.

En tu ausencia la brevedad se hace eterna,

susurra a voces la inutilidad de la existencia.

 

Son los ojos sin cuencas que los alojen

los que obnubilados te dejan sin entender.

Llegas a mis brazos y me invade el blues,

abandono por momentos este mundo.

 

Nada importa ahora, cuando estamos juntos,

pues, quedarán grabados e indelebles

los recuerdos de esta pasión.

Réquiem por el futuro.

 

Nada es suficiente para saciar las ansias que tengo de vos.

Las sombras todo lo cubren y calla el blues luego de que te vas.

Sigo aquí esperando mirar tus miradas,

tratando de ver dentro de tus ojos si aún estás.

domingo, marzo 13, 2011

Humo y sombras

Exclusivamente por aguardar
sigo respirando, dejando pasar,
continúo en este empeño loco,
hasta que exhale mi último aliento.


Nada valioso que revelar,
esperando se esfumen los sueños rotos,
sombras revolotean en frente… mis
demonios particulares.


Uno a uno los veo pasar del tormento al gozo,
eso poco importa, jamás veré lo que deseo,
son demasiadas las rutas no partidas,
muchos los caminos renunciados,
bastantes las muertes aplazadas…


¿Quién vence los fantasmas?
¿Quién expulsa los demonios?
¿Quién alcanza la verdad?
¿Quién sigue vivo sin querer?


La voluntad del idiota podrá ser férrea,
¿pero es suya? ¿o es un espejismo de
su mente enajenada?.  La pregunta es:
¿continúa vivo? ¿o simplemente respira?


Hoy tiemblan mis manos intentado
agarrar algo firme que comprometa
los deseos de continuar viviendo:
humo y sombras son inasibles…


Desde la plenitud de la soledad, ebrio de sobriedades,
sumido en largas vigilias, tantas noches desgranadas
deseando enceguecer y ensordecer la mente,
ansiando eclipsar la eternidad de la poco sutil y advenediza muerte,
he gritado hasta quedar enronquecido:
¿será mejor morir de golpe antes que verse desaparecer de a pocos?


La muerte vestida de gala toca a mi puerta,
su traje dorado resplandece, es la mayor
luz que he visto en las eternas noches
que se ha convertido la vida.


Orquestas de bandoneones con
guitarras embravecidas llenan el
ambiente, y ella, ¡oh maldita!,
ríe a carcajadas, bailoteando hasta
caer vencida por la fatiga.


Me apresuro a levantarla, no sea que
se esfume y me deje continuar
vivo en medio de esta porquería:
humo y sombras son inasibles…





viernes, marzo 04, 2011

Noches insomnes

Noches insomnes, noches que han perdido

el sueño, quizás por miedo, miedo

a despertar y encontrar que la realidad es

algo bien distinto a lo que pudieron imaginar.

 

Los sueños de libertad ya tienen

viejas lápidas con sus nombres inscriptos;

el éxito es cosa de museos, reserva para otros;

el amor, ah, es sólo eso: una palabra envilecida.

 

En la vigilia noche tras noche, queda la sensación

del tiempo consumido, es un tiempo denso,

pesado, que apuñala el destino a cada segundo,

enfrenta la vida a ideas confusas en deformes

amasijos, destiladas imágenes borrosas.

 

Eternas madrugadas crispan los nervios,

sin sucedáneos ni atenuantes.

Es la muerte a tus espaldas oteando

sobre tus hombros, ansiosa de sentarse en tu regazo,

posa su fría mano sobre tu hombro

en el instante mismo que te alcanza la duermevela.

 

Esas son las noches de quien no tiene día

más que para ocuparse de nada,

siempre en algo distinto a sí mismo.

Las noches develan con sus soledades

la crudeza del tiempo con sus endemoniadas carencias.

 

Noches de blasfemias inenarrables.

Noches vastas y perdidas.

Noches de iluminación fugaz y engañosa.

Noches de burla incontenible.

Noches de escarnio interior. Noches de picota.

 

Noches tan cortas como la eternidad.

Noches carentes: de propósito y de fundamento.

Noches, tanto solo eso: noches.

Noches, esas son mis noches.