Que largas son las horas
al calor del alcohol.
No me criaron en mansedumbre,
soy más bien un otario en un rincón.
No he podido aprender a vender el corazón,
lo doy a tres por uno, amargado y sin razón.
Me miro en sus negros ojos,
su hálito cálido arrulla mi piel,
sus pasos me llevan por caminos ignotos,
cenizas de ilusión me dicen: ya vendrá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario