Se oye cantar la noche,
justo luego de estar mediada,
casi siempre rodeada de las ansias
de un buen grito, enceguecida
por la oscuridad demente de
una idea infeliz y odiada.
Se pinta de rojo el alba,
justo luego de tibiar el alma,
mascando rabias de cosas vanas,
olvidando rezos que ahogan
penas, dejando risas de miel tiradas
en muecas, sin mover la cara.
Se acobarda de azul la mente,
justo luego de matar el alba,
sonriendo de fugaz macabra,
cuando el cantar de la noche acaba,
inmola las ansias y también el alma,
cuando los perros ladran.
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